Mas lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.
Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla; pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche, con mil ojos llenos de lágrimas.
Luis Espinal, sj.
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