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jueves, 2 de noviembre de 2017

En verano

Miro al cielo.
Hay estrellas. Hay tantas que abruman. Pero nunca son demasiadas.
Lejos se ve la vía láctea, como una sombra clara que cruza el cielo.
Me puedo quedar horas aquí, asomada. Escuchando, de fondo, las olas llegando a la orilla en la playa.
Sin moverme. Escuchando lo que quizás me quiere contar el mar, puede que una explicación de porqué todo ocurre.  Mirando miles de estrellas, hay tantas que no sé dónde fijar mi atención. Voy recorriendo el cielo despacio, buscando algo, una señal, una historia que me alumbre, que me dé ganas de más.
Me pierdo. Me dejo llevar. Entre el escuchar y el mirar. Es perfecto. Quiero que se detenga el tiempo. Que seguir teniendo esta calma, este amor que siento por lo maravilloso, por lo grandioso.  Quiero quedarme aquí. 
Pasa una estrella fugaz y vuelvo a existir en un presente abrumador. Esta estrella me recuerda que nada es estático, que no puedo permanecer, debo avanzar y crecer, aunque duela. 
De todas formas, esta noche me voy a quedar aquí asomada, escuchando y mirando, un rato más. Disfrutando del no espacio y del no tiempo, quieta y en silencio.
Después volveré a soñar.
Después volveré a luchar.

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