Mi vida consiste en perder el rumbo tropecientas veces a lo largo de un año: caer, intentar levantarme, perderme, encontrarme, asustarme, volver y salir corriendo. Así en un bucle existencial.
Pero a veces, sólo me hacen falta un par de compases, para hacerme bailar y, con ritmo, enderezar de nuevo el camino.
Entonces, pienso que vivir es ir y venir, con miedos, ilusiones, cansancios y sueños, que de esos hay muchos.
En ese primer compás, sonrío y todo pasa a un segundo plano. Sólo hay tranquilidad y un camino por hacer.
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