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jueves, 11 de junio de 2015

Un poco sauce, un mucho llorona.

Todas las mañanas, desde hace un tiempo, tengo la necesidad de pasar por debajo de un árbol. 
Llevo pasando por debajo del mismo sauce llorón dos años, todas las mañanas de la que voy a trabajar, pero hasta este último mes, no había sido consciente de lo importante que se ha convertido para mí esa pequeñísima rutina.  Pasar por debajo del sauce, caminar por debajo de las ramas de un árbol, que ahora en primavera me rozan la cara.  Y al pasar, huelo.  Inspiro fuertemente para que ese olor a hierba, a humedad, a raíces, a tierra y a vida me llene entera, respiro rápido y vuelvo a inspirar fuerte.  Me llena, me lleno de olor, me lleno de fuerza. 
Siempre he tenido fijación con los sauces llorones, me transportan a lugares de paz, de melancolía, de añoranza de tiempos mejores, pero contaminados de esperanza y optimismo hacia el futuro. 
Quizás es que yo sea así, un poco sauce, un mucho llorona.  Y me gusta, si durante diez segundos al día, lleno a alguien de vida. 

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